Así es, me demoré tanto que ya estoy en Colombia y no solo eso, ya llevo 12 días por acá... y me siento como en casa.
Dedicaré esta entrada entonces a contar cómo han sido estos primeros días, decir que mi llegada, recibimiento y adaptación han sido increíbles, no podía haber empezado mejor.
Después de unos agradables y relajados días en Bogotá (a pesar del caos de la ciudad) con la buena compañía de Gladys, Iván y Ana, encontrarme de buenas a primeras en un entorno como ese, entre montañas, con tanta buena gente junta... con indígenas que mostraban sus ritos y nos hacían participes de los mismos es algo que no creo que haya dinero suficiente en el mundo para pagarlo, me siento muy afortunado.
Pues me tocó estar ahí. Dormir en el suelo, compartiendo tienda (o carpa como dicen por acá) con un amiguito de la Minga del Sol y dos chicas de San Agustin, ducharme con agua helada cada mañana o cubrirme de barro gracias a la lluvia no fueron ni siquiera ligera molestia para todo lo que disfruté.
Antes de eso, llegué a Neiva con un calor asfixiante y en compañía de Fredy, Diego y Fabian, subí a un taxi hasta "el terminal" y de ahí una "buseta" hasta el terminal de Pitalito. Fue allí donde disfrute de la victoria de España mientras comía algo parecido a sopa que no sabría describir exactamente, me daba igual, tenía hambre y ganas de ver el partido. Desde Pitalito, una camioneta nos acercó a San Agustin. No he parado a contar que en esa buseta de Neiva a Pitalito hubo historia para rato, y es que son escenario perfecto para que sucedan todo tipo de historias... la primera nos dejó tirados por recalentamiento del motor, pero antes ya nos había tocado parar varias veces para refrescarla con agua y para entablar relaciones (casi íntimas, por hasta donde tocaron) con el ejército, fue una de las "famosas" requisas, que yo desconocía y cuyo nombre me invito a pensar que me iban a dejar sin nada... cosas del lenguaje.
Nueva buseta (lo de nueva por decir algo) y nueva requisa... ya estabamos en Pitalito, avancemos mejor, ya estoy en San Agustín porque en ese trayecto no hubo contratiempos, ni requisas, ni calentamientos... y este es el momento en que me doy cuenta de que me estoy alargando y os tengo que decir que si quereis dejar de leer lo podeis hacer, la historia ya no tiene acción, solo tranquilidad y grandes dosis de energía positiva.
Llegamos en medio de una charla-coloquio en una maloca (otra palabra que desconocía), y nos tocó presentarnos ante ese público, parecerá mentira pero no me costó, me sentí muy bien en aquel lugar con aquella gente. Después de cenar llegó la noche de regiones, turno para el Cauca: comidas típicas, danzas, artesanías, proyectos que realizan, todo muy agradable... a estas alturas mi nombre ya no era Imanol, era España a secas... luego pasaría a ser el español, el vasco, emanuel, imanuel, imano, ivanov... y estoy seguro que después de todos esos días habrá gente que todavía no sepa como es exactamente. Pues a España por ser España le regalaron muy amablemente algunas cosas típicas de la región, un detallazo por su parte.
Los días transcurrian amenizados por todo tipo de talleres y dinámicas y las noches eran para cada región: el lunes para Bogotá (con Escuela Viajera y Pequeño Trabajador, a quienes me gustaría ver en mi vuelta a la capital, si el tiempo y las circunstancias lo permiten, siempre que Iván esté de acuerdo), y el martes para el Huila, con muchos de los que estuve, estoy y estaré este tiempo. Perdon por no darle el toque de humor, pero es que esto se alargaría el doble y ya me parece tostón para el lector y las lectoras. Del campamento diría muchas cosas más pero se podría resumir con la despedida según el rito indígena a cargo de un compañero del que no recuerdo el nombre (mejor no decir nada que acabar llamandole Ivanov...). Bueno, consistía en hacer un circulo con toda la gente participante en este campamento y avanzar de uno en uno estrechando las manos, dando un abrazo y diciendole unas palabras a cada uno... a muchas de las personas les brillaban los ojos al hablar a cada uno, yo me contenía a duras penas viendo que todos y todas tenían alguna palabra para mi, hasta que llegó el pequeñajo del grupo (Dubán, de 10 años, de Bogotá), él no tenía palabras para mi, pero sus lagrimas consiguieron que yo acabara igual que él... teniendo que secar mis ojos... realmente emocionante la ceremonia.
Después de esta despedida era hora de marchar, como dijo un compañero de Juraco, aquí se va llendo la gente y nos quedamos solo los feos... pues si, y los feos nos quedamos no solo un rato más, si no que aceptamos la invitación de una compañera, colaboradora de Juraco y residente en San Agustín y nos quedamos a pasar "una noche más" en su casa, se convirtieron en algunas más, y es que ese pueblo tiene algo mágico que atrapa a todo el que llega. Por el día, un poco de turismo, por la noche un poquito de "rumba" y pronto a la cama que al día siguiente partimos hacia Neiva, o el siguiente, o el siguiente... compartiendo días y noches con gente maravillosa que nunca olvidaré. Poco a poco ibamos abandonando el lugar, hasta regresar los dos últimos el domingo.
La llegada a Neiva, calurosa... por ahora poco más puedo decir... mi nueva familia, la de Nyria, muy buena, me esperaba ya con ganas. Me reuní con María para ir viendo y concretando un poco el cronograma adecuandonos a las necesidades y posibilidades.
Pues hasta aquí puedo contar, espero no haberos aburrido demasiado.